Cada día me despojo de mí
Para inmiscuirme en la ciudad
Atraída por las cortinas blancas
Ingreso a las casas, recorro el ambiente
Contemplo la llama de los cirios
Entre tantos vivos desconocidos
Ninguno de ellos me importa
Solamente vos y el aroma de las flores
Ni siquiera el café que me ofrecen
Tengo el estómago lleno de vacío
Mis nubes están a punto de precipitar por vos
Sobre cualquier ataúd aunque no estés en él
¿Acaso es maldad buscar velorios para seguirte llorando?